Santo Domingo


IGLESIA DE SANTO DOMINGO DE GUZMAN.
Se funda el convento de los dominicos en el solar que hoy ocupa el viejo seminario que el heredará posteriormente, entre 1525 a 1527.
Aún en 1532 se sigue construyendo, no sin dificultades. Las razones económicas eran siempre suficientes como para no poder terminar esas importantes obras que deberán recibir datas, ayudas, donaciones, etc, para convertirse en realidad . El Ayuntamiento ofrece 150 fanegas de trigo a los dominicos a cambio de que impartan gramática, lógica y filosofía. Por esta razón consta a partir de esta época  como convento y colegio de Santo Domingo.

De las obras realizadas entonces, poco queda. Las continuas reformas de las que fue objeto durante los siglos posteriores y sobre todo a principios del Siglo XX  para ubicar el Seminario Diocesano, hicieron posible la desaparición de los elementos más característicos de la antigua edificación. En la actualidad es propiedad del Ayuntamiento de La Laguna destinándolo al área de Cultura después de  realizar obras de acondicionamiento y reforma.
En cuanto a la iglesia, hay que decir que sufre una serie interminable de vicisitudes. Comienza siendo una pequeña capilla. Por los años 1578 están realizadas otras capillas y la mayor se termina en torno a 1602. La iglesia tuvo planta de cruz latina cuyos pies corresponden a la fachada de ingreso actual .La nave lateral es un añadido posterior .Durante todo el siglo XVII se realizan obras que van transformando el templo . La espadaña con las campanas está sobre las paredes del convento y se realizan en el siglo XVIII.

Quizás las reformas más novedosas se han realizado en el siglo pasado. Se suprimen varios altares y se somete el templo a una remodelación .Se construye un retablo en el altar mayor con aportaciones de piedra roja y orfebrería realizadas por Cesar F. Molina y por el entonces discípulo Ventura Alemán que terminan hacía 1960. Es la época de la creación de murales realizados por Mariano Cossío con la colaboración de Antonio González y también la obra inacabada de Pedro de Guezala, el martirio de Santo Domingo, realizada a la encáucastica.

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Los Santos Varones, José de Arimatea y Nicodemus, apenas muerto el Señor, se presentaron a Pilatos pidiéndole autorización para desclavar el Cuerpo Sacratísimo de Jesús y darle Sepultura. Son muy de admirar y de imitar estos dos Santos Varones en su desprecio del qué dirán y en su valentía para dar ante el mundo testimonio de su fe y de sus convicciones.
En aquella la hora de la Tinieblas, como había dicho Jesús; la hora del triunfo aparente de los malos y de la cobardía y acoquinamiento de todos los buenos. Los fariseos se creían triunfantes; los discípulos de Jesús, llenos de temor, andaban todos dispersos y escondidos. Dar, pues la cara por El, era sencillamente exponerse a todo.
Pero los Santos Varones la dan; y se presentan sin temos ante Pilatos; y desprecian a los fariseos y a las burlas; y se honran extraordinariamente dando una sepultura honrosísima en un sepulcro nuevo, labrado todo en la piedra, y con extraordinaria abundancia de perfumes para embalsamar el cadáver, cual si se trata de un Rey , al que acababa de ser ajusticiado en una cruz entre dos ladrones.
Cristo había triunfado muriendo, y por eso hasta su entierro y sepultura tenía que revestir formas de grandeza.
“Un varón de nombre José, hombre bueno y justo, originario de Arimatea, rogó a Pilatos, que le permitiese tomar el cuerpo de Jesús; y bajándole le envolvió en una sábana y le deposito en un monumento cavado en la roca” (Lucas 23, 50-52)